Contrato u organismo – Benjamin Tucker

Feb 27 • Mutualismo • 5901 Views • 2 comentarios en Contrato u organismo – Benjamin Tucker

Tucker no escribió jamás un libro que pueda llamarse «teórico» (Instead of a Book era un recopilatorio de pequeños artículos, sin demasiada coherencia interna), a pesar de que leyó muchos. Su modo favorito de expresarse era el debate; la confrontación de ideas con un adversario -real o imaginario- que le ofreciera el pretexto para apuntar los puntos flacos de su interlocutor y exponer sus propios argumentos. Y este artículo, Contrato u organismo, es un buen ejemplo de ello.

El artículo en sí -que es uno de mis preferidos- aborda el clásico problema de una sociedad post-estatal. Desde Proudhon, aquello de «disolver el Estado en el organismo económico» o de «reemplazar el gobierno por el contrato» ha sido malinterpretado o mal entendido por muchos de los adversarios del anarquismo. En este caso,Tucker, equiparando a los anarquistas con unos supuestos «partidarios del pago voluntario de impuestos», expone la brillante idea de una sociedad donde distintas compañías compiten entre sí por ofrecer los servicios que previamente proveía el Estado.

Contrato u organismo

Está teniendo lugar una muy interesante y valiosa discusión en el London Jus en relación a la cuestión del pago obligatorio de impuestos frente al pago de impuestos voluntario. En el número del 17 de junio hay un comunicado de F. W. Read, en el que aparece el siguiente párrafo:

La propuesta del pago de impuestos voluntario significa realmente la disolución del Estado en sus átomos constituyentes, permitiéndoles que se recombinen como quieran, o que no se recombinen de ninguna forma, lo cual podría suceder. No existiría forma de prevenir la existencia de cinco o seis “Estados” en Inglaterra, ¡y los miembros de todos esos “Estados” podrían estar viviendo en la misma casa! La propuesta, me parece, es el resultado de una idea de quienes consideran que el Estado está o debería estar fundado en el contrato, del mismo modo que una compañía por acciones. Es una idea similar a la de la extinta teoría del “contrato original”. Se pensaba que el Estado tenía que descansar en el contrato. No ha existido contrato alguno en tiempos históricos; por tanto, se asumía que hubo un contrato prehistórico. Los partidarios del pago de impuestos voluntario dicen que nunca ha habido ningún contrato; que por tanto el Estado nunca ha tenido una base ética; y que por lo tanto no haremos un contrato. La explicación de todo este asunto, creo, es aquella dada por el Sr. Wordsworth Donisthorpe, -a saber, que el Estado es un organismo social, que se ha desarrollado como cualquier otro organismo, y que no requiere fundamentarse en el contrato, original o actual, más que cualquier otro organismo.

La idea de que los partidarios del pago de impuestos voluntario objetan al Estado precisamente el hecho de que no descansa en el contrato, y desean sustituirlo por el contrato, es estrictamente correcta, y me complace ver (por primera vez, si la memoria no me falla) que nuestros oponentes lo comprenden. Pero el Sr. Read oscurece su afirmación con la anotación previa de que la propuesta del pago de impuestos voluntario es “el resultado de una idea…que el Estado está o debería estar fundado en el contrato”. Esto sería cierto si las palabras que he señalado en cursiva se hubieran omitido. Ha sido la inclusión de esas palabras lo que ha dado base al escritor para su analogía, de lo contrario sin fundamento, entre los anarquistas y los seguidores de Rousseau. Los últimos sostienen que el Estado se originó por contrato; y que las personas de hoy en día, aunque no firmaran tal contrato, están atadas a él. Los anarquistas, por el contrario, rechazan que tal contrato se haya realizado jamás; declaran que, de haberse hecho, no podría imponerse sobre aquellos que no lo firmaron; y reivindican el derecho de cerrar contratos por sí mismos como gusten. La postura de que un hombre debería firmar sus propios contratos, lejos de ser análoga a aquella que lo hace sujeto de contratos ajenos, es su directa antítesis.

Es rigurosamente cierto que el pago voluntario de impuestos no “prevendría la existencia de cinco o seis ‘Estados’ en Inglaterra” y que los “miembros de todos esos ‘Estados’ podrían estar viviendo en la misma casa”. Pero no veo razón para la exclamación que añade el Sr. Read tras este apunte. ¿Qué sucede? Hay más de cinco o seis Iglesias en Inglaterra, y pasa a menudo que los miembros de varias de ellas viven en la misma casa. Hay más de cinco o seis compañías de seguros en Inglaterra, y no es de ningún modo inusual que los miembros de una misma familia aseguren sus vidas o sus bienes contra fuego o accidentes en diferentes compañías. ¿Se sigue algún daño de esto? ¿Por qué, entonces, no debería haber un considerable número de asociaciones defensivas en Inglaterra, en las que la gente, incluso miembros de la misma familia, pudiera asegurar sus vidas o sus bienes contra asesinatos o robos? Aunque el Sr. Read ha captado una idea de los partidarios del pago de impuestos voluntario, temo que no ve con claridad otra de ellas –a saber, la idea de que la defensa es un servicio como cualquier otro; que es un trabajo tanto útil como deseado; que por lo tanto es un bien económico sujeto a la ley de la oferta y la demanda; que en un libre mercado esta mercancía sería ofrecida al coste de producción; que, en competencia, el patrocinio iría a aquellos que proporcionaran el mejor artículo al menor precio; que la producción y venta de esta mercancía está ahora monopolizada por el Estado; que el Estado, como casi todos los monopolistas, carga precios exorbitantes; que, como casi todos los monopolistas, ofrece un artículo despreciable, o casi despreciable; que, del mismo modo que un monopolista de comida produce a menudo veneno en lugar de alimento, el Estado aprovecha su monopolio sobre la defensa para ofrecer agresión en lugar de protección; que, del mismo modo que los consumidores de uno pagan para ser envenenados, los consumidores del otro pagan para ser esclavizados; y finalmente, que el Estado excede a todos sus competidores monopolistas en la medida en que disfruta del privilegio especial de forzar a todo el mundo a comprar su producto, quieran hacerlo o no. Si, después de todo, hubiera cinco o seis “Estados”, la gente, creo yo, sería capaz de comprar la mejor seguridad a un precio razonable. Y lo que es más –cuanto mejores fueran sus servicios, menos necesarios serían, de modo que la multiplicación de los “Estados” llevaría a la abolición del Estado.

Todas estas consideraciones, sin embargo, están anuladas, en opinión del Sr. Read, por su aserto final de que “el Estado es un organismo social”. Toma esto como la “explicación de todo el problema”. Pero yo no puedo ver en ello más que otra observación irrelevante. Pregunto otra vez: ¿qué sucede? Suponga que el Estado es un organismo, – ¿y qué? ¿Qué se infiere de ello? ¿Que por lo tanto el Estado es permanente? Pero, ¿qué es la historia sino un registro de la disolución de organismos y el nacimiento y desarrollo de otros que, a su vez, acabarán disolviéndose? ¿Está el Estado exento de este mandato? Si así lo cree, ¿por qué? ¿Qué lo demuestra? ¿El Estado es un organismo? Sí; igual que un tigre. Pero a menos que me lo encuentre donde no tenga una pistola, su organismo se desorganizará rápidamente. El Estado es un tigre en busca de gente para devorar, y la gente tiene que matarlo o herirlo. Su propia seguridad depende de ello. Pero el Sr. Read dice que no puede hacerse. “De ningún modo puede restringirse el poder del Estado”. Esto debe ser muy decepcionante para el Sr. Donisthorpe y Jus, que están trabajando para restringirlo. Si el Sr. Read está en lo cierto, su ocupación es una pérdida de tiempo. ¿Está en lo cierto? A menos que pueda demostrarlo, los partidarios del pago de impuestos voluntario y los anarquistas continuarán su trabajo, animados por la creencia de que el compulsivo y agresivo Estado está destinado a morir.

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