Apuntes de ecología anarquista

Sep 3 • Mutualismo • 9641 Views • 7 comentarios en Apuntes de ecología anarquista

La ecología, junto con la seguridad y la justicia, es otro de los caballos de batalla de los partidarios del estatismo; incluso algunos anarquistas parecen delegar el cuidado del entorno en las instituciones gubernamentales, reclamando imposiciones a los fabricantes de automóviles, mayores presupuestos para la gestión de los parques naturales y un largo etcétera. Ahora bien, ¿es compatible la sostenibilidad con las asociaciones voluntarias y la oposición frontal al Estado?

Es curioso que el análisis anarquista individualista de la economía, tan socorrido para explicar los grandes conglomerados empresariales, los tipos de interés o la situación paupérrima del cooperativismo, no se haya aplicado nunca al campo de la ecología.

Comencemos por las patentes. Tucker y Kevin Carson achacaron a las patentes la aparición de grandes corporaciones en determinados sectores como la telefonía, al otorgar un monopolio artificial a los inventores de determinadas innovaciones. Pero la crítica de las patentes puede ir mucho más allá. Generalmente, los fabricantes de electrodomésticos, productos electrónicos, etc. poseen la patente de las piezas de sus propios productos, de forma que ninguna compañía puede fabricarlas sin su consentimiento. Así, los usuarios, deben volver a comprar el producto completo ante cualquier pequeña avería, ya que la reparación requiere el envío de un técnico especializado y de piezas nuevas desde la central de la compañía, que resultan prohibitivos para el consumidor. ¿Quién no ha oído alguna vez eso de “tienen que enviarnos las piezas desde la central de Alemania”?

Este derroche de recursos podría evitarse si las compañías fabricantes no poseyeran el monopolio sobre las piezas de sus productos; de esa forma, permitirían que tiendas de electrodomésticos y pequeños negocios de todo tipo compraran las piezas más comúnmente averiadas de los electrodomésticos y productos más extendidos entre los consumidores. Además, este hecho crearía fuertes desincentivos para fabricar productos efímeros con tal de vender más, y las compañías se esforzarían por alargar la vida útil de sus productos hasta igualarla con la que podrían conseguir los pequeños reparadores.

Es curioso como, en los países subdesarrollados, donde al Estado le es más difícil imponer el monopolio de las patentes, estos “pequeños reparadores” de los que hablamos ya existen. El investigador de Nokia, Jan Chipchase, relata estupendamente la acción de la iniciativa individual en este campo:


”En la mayoría de los países en vías de desarrollo hay una cultura no oficial de reparaciones que llevan a cabo ‘hackers callejeros’ que logran que los teléfonos duren más tiempo de lo que le corresponde a su vida ‘natural’. Hace cuatro años en la India podías encontrar manuales de reparaciones pésimamente impresos en inglés, hindi y chino, pero dos años más tarde los habían informatizado en alta calidad. Básicamente, si se descubre una forma de arreglar o mejorar un modelo popular de móvil en una de las comunidades de hackers de todo el mundo un lunes, el viernes estará en las calles del sitio más insospechado, por ejemplo, en Ghana.”

Otro efecto pernicioso de las patentes sobre el medio ambiente consiste en impedir la utilización de energías limpias, patentando las tecnologías que lo hacen posible. Son bien conocidos los ejemplos de ciertos coches eléctricos de la General Motors o Nissan que fueron retirados del mercado por las petroleras para evitar una caída prematura en el precio del crudo. [1] La influencia de estas petroleras probablemente también esté detrás de las subvenciones a los biocombustibles, que solo reducen de forma mínima la utilización de petróleo y desincentivan la investigación con energías verdaderamente ecológicas.

Por último, las patentes encarecen las energías alternativas al impedir la competencia en su fabricación; si esta fuera libre, los precios se reducirían notablemente y muchas familias y empresas comenzarían a plantearse utilizarlas para proveerse de energía.

Es un argumento muy conocido contra la intervención estatal en materia ambiental que este derrocha recursos y no tiene incentivos para proteger el medio; en general, es fácil advertir que los primeros interesados en conservar los árboles, los parques naturales, los elefantes, los cotos de caza, etc. son quienes viven de ello, y que tal gestión surte resultados. Por el contrario, es fácil advertir que los árboles estatales son presa de grandes compañías madereras o de los propios lugareños, que los parques naturales y los cotos de caza públicos se consumen porque sus recursos son sobreexplotados, etc.

La gestión privada o comunitaria suele ser más eficaz que la gestión estatal, ya que sus gestores poseen un conocimiento más cercano sobre el estado del recurso y tienen los incentivos suficientes para cuidarlo.

El tercer punto de nuestra argumentación parte nuevamente del análisis económico mutualista. Fue Kevin Carson quien puso de relieve que las carreteras, los puertos y los aeropuertos públicos equivalían a una subvención al transporte y que, como toda subvención, estimulaban esa actividad por encima de lo que sería natural en una economía libre. Las consecuencias ecológicas de este hecho son evidentes: los recursos son transportados a larguísimas distancias porque las compañías no asumen gran parte de sus costos, y el gasto energético en combustible para camiones, barcos y aviones se dispara.

Un ejemplo parcial de este hecho lo encontramos en Londres, donde el peaje impuesto para acceder al centro de la ciudad ha reducido en un 30% la contaminación. Podrá argumentarse, por supuesto, que se trata de un peaje arbitrario que no guarda ninguna relación con el que se fijaría en una sociedad libre; y es cierto, pero no puede negarse que la interiorización de los costes de transporte conlleva una contención de los desplazamientos innecesarios.

Por otra parte, las numerosas barreras de entrada al sector bancario aumentan artificialmente los tipos de interés, permitiendo a los banqueros actualmente existentes cargar tasas onerosas sobre los usuarios. El perjuicio que esto ocasiona sobre el medio consiste en que, al aumentar los costos de financiación de las empresas, estas se decantan por equipos más baratos a corto plazo pero cuyos costes a largo plazo son muy elevados. Así sucede, por ejemplo, con las compañías de transporte que compran vehículos baratos cuyo consumo de combustible es muy alto.

Si los tipos de interés descendieran, como consecuencia de la abolición de las barreras de entrada al sector bancario, las empresas tendrían incentivos en utilizar energías alternativas como la solar, que exigen una gran inversión a priori pero que suponen un ahorro energético a largo plazo.

Por último, basta comentar que la liberación de los mercados abarataría el precio de todos los bienes, y haría más fácil la generalización de la ganadería ecológica, que actualmente, y debido a sus altos costes, es un lujo que pueden permitirse muy pocas personas. Albert Esplugas mencionó recientemente en su blog, en la misma línea, el efecto pernicioso de los aranceles sobre la extensión del uso de energías alternativas:

El mercado global para bienes y servicios ambientales vale entre mil millones USD$550 y mil millones USD$613 por año. De este número, el 35 por ciento está en bienes y el 65 por ciento en servicios. Aún algunos países imponen las tarifas de hasta el 70 por ciento sobre estas tecnologías. En Asia y América Latina la tarifa media sobre las tecnologías ecológicamente respetuosas está entre 15 y el 20 por ciento. Si los gobiernos de países en vía de desarrollo quieren promover la transferencia de tecnologías para mitigar la emisión de CO2, pueden hacer algo inmediatamente – quitar sus barreras arancelarias. [2]

[1]: Este hecho, por cierto, refuta sobradamente a quienes mencionan a los cárteles petroleros como paradigma de las consecuencias “oligopolísticas” del libre mercado.

[2]: El párrafo es de Tim Wilson, el texto completo puede consultarse aquí.

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7 Responses to Apuntes de ecología anarquista

  1. Tatenkopf dice:

    Creo que el artículo sólo toca tangencialmente el conjunto de los problemas ecológicos. Por ejemplo, afirma que determinadas medidas liberalizadoras abaratarían la tecnología ecológica y los bienes necesarios para la ganadería ecológica. Sin embargo, de igual manera abaratan la tecnología ‘no-ecológica’, con lo que el problema (que salga más barato un proceso no ecológico que un ecológico, lo que hace que se busque el primero para aumentar la competitividad; o que sea más barato polucionar que tratar los residuos) persiste.

    > es fácil advertir que los primeros interesados en conservar los árboles, los parques naturales, los elefantes, los cotos de caza, etc. son quienes viven de ello, y que tal gestión surte resultados

    El argumento tiene cierto sentido, pero flaquea. Por ejemplo, sea el problema el agotamiento de los caladeros de pesca (toca simplificar un poco, pero bueno). Es obvio que la mejor solución a largo plazo es una explotación racional, así que el pescador puede decidir moderarse. Sin embargo, perderá competitividad, y oto pescador más agresivo podría aprovecharse de la situación y pescar en exceso o mediante técnicas no ecológicas. Se puede contraargumentar que eso acabaría con el caladero y con los ingresos del pescador; pero, mientras tanto, ha obtenido unas recompensas mucho mayores y podría dedicarse a otra cosa o a ‘vivir de las rentas’. En resumen, se presupone una continuidad temporal (que los actores son eternos y desarrollan la misma actividad), pero la realidad nos dice otra cosa.

    Justificar estrategias mediante la Teoría de Juegos sólo tiene sentido cuando se produce una repetición en el tiempo de las elecciones. Pero, a una o dos bazas, no se puede justificar que el libre mercado, por sí sólo, pueda desarrollar eficazmente la protección de los recursos naturales

    Otro aspecto es la polución: verter residuos en el mar, por ejemplo, no tendría ningún coste para el contaminante, aunque para la sociedad lo tenga. Y ahí no hay derechos de propiedad que se puedan utilizar como comodín. Es más, la misma polución debida al CO2: se argumenta que sería más barato y más fácil invertir en energías alternativas, pero ¿impide eso que se siga quemando petróleo y carbón? Ni de lejos, sólo son arañazos.

    Estoy de acuerdo en otros aspectos (por ejemplo, el daño que causa la patente de las baterías de formato grande, para coches eléctricos es bastante grande, o el efecto de los intereses en las elecciones de tecnología)

  2. Victor L. dice:

    Hola Tatenkopf.

    Gran parte de los problemas apuntados sí fomentan las energías ecológicas o el ahorro energético por encima de lo demás. Por ejemplo, la abolición de las patentes ahorra que se reparen millones de electrodomésticos que de otra forma se tirarían a la basura y que cualquier compañía pueda fabricar coches ecológicos, como tú bien apuntas. La reducción de tipos de interés también fomentaría las inversiones cuantiosas a corto plazo en pos de un ahorro a largo plazo, como sucede con la energía solar.

    Por otro lado, la ganadería ecológica ganaría terreno simplemente porque se haría más asequible, independientemente de que su competidora siga el mismo camino. Pero es que no es así: la eliminación de las subvenciones al transporte puede fomentar prácticas ganaderas locales y reducir la exportación masiva -al menos en algún grado- de ese tipo de productos.

    El caso del pescador que mencionas tiene una posible solución: la ocupación marina. No he leido demasiado sobre ese tema, pero vendría a consistir en que compañías de pescadores ocuparan regiones marinas para, de esa forma, garantizar la conservación de la fauna marina y la explotación sostenible.

  3. Tatenkopf dice:

    > Pero es que no es así: la eliminación de las subvenciones al transporte puede fomentar prácticas ganaderas locales y reducir la exportación masiva -al menos en algún grado- de ese tipo de productos.

    Si miramos en conjunto el sistema, el transporte es beneficioso. Por lo tanto, un sistema de libre mercado acabaría desarrollándolo de nuevo, ¿no? ¿O el transporte sólo es útil cuando existe una especialización por zonas, ya que mayor homogeneidad entre las regiones reduciría la necesidad de comercio?

    > El caso del pescador que mencionas tiene una posible solución: la ocupación marina. No he leido demasiado sobre ese tema, pero vendría a consistir en que compañías de pescadores ocuparan regiones marinas para, de esa forma, garantizar la conservación de la fauna marina y la explotación sostenible.

    Tengo algunas dudas… ¿cómo se decidiría qué compañías ocupan qué zonas? ¿Según un criterio geográfico (un poco como el Estado)?

    Eso es aplicable a los caladeros, pero no sería aplicable a la atmósfera, por ejemplo. O a los ríos, ¿cómo se eliminaría la contaminación de los ríos y acuíferos?

  4. Victor L. dice:

    Perdona por la tardanza, Tatenkopf !

    No niego que el transporte es beneficioso, al contrario. Lo que sucede es que cuando las carreteras son públicas, la construcción de aviones y barcos así como sus carburantes están subvencionados, este es muy superior al que tendría lugar en un mercado realmente libre, y se contamina más.

    Suelo poner el mismo ejemplo: si las hamburguesas de Mcdonald’s se encarecieran como consecuencia de la privatización/mutualización del transporte, ¿alguien duda que la mayoría de la gente comería hamburguesas de barrrio, hechas en zonas más próximas?

    Respecto al mar, la regla sería: las parcelas marinas para quien las ocupe, de la misma forma que la tierra es para quien la trabaje. Con los ríos podría suceder algo similar.

    El caso de la atmósfera no lo tengo claro, supongo que al principio las penalizaciones se limitarían a la contaminación que tiene efectos visibles en propiedades terrestres (lluvia ácida, etc.). La posibilidad de una producción mucho más ecológica también evita que tenga que vigilarse la atmósfera. Rothbard tiene un texto sobre el tema:

    http://www.cato.org/pubs/journal/cj2n1/cj2n1-2.pdf

  5. juan carlos dice:

    Yo creo que con un mercado libre no quedaría lugar para los ocupantes de los territorios. Hay entidades económico-políticas que trascienden la organización estatal como las grandes compañías multinacionales, que desde mi punto de vista, serian las grandes beneficiadas con este tipo de mercado, ya que tienen los medios y el poder necesarios para apropiarse de los recursos de estos territorios. Eliminar las protecciones arancelarias no implica la desaparición de monopolios, es que los monopolios existen ya. Estos únicamente esperan la eliminación de todo tipo de protección estatal para apropiarse del patrimonio de los pueblos, que atomizados y debilitados mediante las ideas de la autogestión y autonomia, no podrían hacer frente a este tipo de corporaciones. Pienso que todas las corrientes antiestatistas y el auge de las autonomías locales, están orientadas hacia esto. Esto no se trata de libertad, se trata de luchar por mantener la vida. La vida misma implica cierta restricción de la libertad (de una libertad radical, la libertad por la libertad) no es el estado el diablo aquí, es la lógica de acumulación (se producen alimentos para ganar y no para alimentar, salud para ganar y no para curar…)

    • Santiago dice:

      Pero en una sociedad anarquista estas compañías multinacionales no existirían, o al menos en su forma actual, dada la ausencia de jerarquía.
      No habría capitalistas que pudieran explotar a otros y extraer el fruto de su trabajo, acumulando las grandes fortunas que les hacen poderosos.
      Además, la libertad no es incompatible con la organización, más bien la fomenta. Me explico:
      Yo soy una persona libre, y en el uso de mi libertad decido asociarme con otras personas libres para poder prosperar a un nivel que no me sería posible obtener en solitario.
      La libertad es la orientación racional de la acción efectuada por el individuo, y aplicada universalmente (pues de otra forma su aplicación se encontraría sesgada, incomplta) a todo ser capaz de ser libre (racional), implica igualdad.
      Por lo tanto cualquier violación de la misma resultaría contraria al anarquismo, y debería (sujetándose a esta filosofía) ser sofocada cual fuego destructor. Si este puede ser apagado con agua (debate racional), se apaga con agua, pero si es necesario emplear más fuego de forma controlada para arrebatarle el oxígeno y apagarlo, se apaga con más fuego.
      Con este rollo quiero decir que si es necesario utilizar la coacción en legítima defensa de su ausencia, se utiliza. Si agotas los recursos que son de todos y/o envenenas el aire, que también es público, estás atentando contra la común libertad de acceder libremente a estos recursos, y debes responder por ello.
      De esta forma, concluyo que nada impide a una sociedad anarquista organizada legislar en pos de establacer límites racionales a la libertad para garantizar la misma.

  6. Paco Centeno dice:

    Esto no tiene nada ni de ecologista ni de anarquista, apuntes puede.

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