Rothbard, anarcocomunismo y el individuo

Feb 11 • Mutualismo • 9855 Views • 9 comentarios en Rothbard, anarcocomunismo y el individuo

He hecho una traducción de un artículo muy interesante sobre Rothbard y el anarcocomunismo. El escritor, Alexander S. Peak, un anarcocapitalista estadounidense de tendencia voluntarista, hace una crítica sobre las frías relaciones de los defensores de un mercado libre y anarcocomunistas, y cómo se debieran mejorar. Un artículo interesante para cualquier lecto con pensamiento libertario, ya que aparte de las diferencias ideológicas que pueda haber con el autor, éste busca un punto de unión entre libertarios para poder hacer frente al estatismo.

http://spa.anarchopedia.org/Rothbard%2C_anarcocomunismo_y_el_individuo

Por Alexander S. Peak (20 de noviembre de 2007)
traducido por Telmo

Introducción


Murray N. Rothbard, en la edición de The Libertarian Forum (vol. II, nº 1) del 1 de enero de 1970, presenta una crítica mordaz de la entonces tendencia crecinte del anarcocomunismo dentro de la contracultura.

Sin duda, Rothbard sintió que esta crítica era necesaria, no con la intención de prevenir cualquier tipo de colaboración entre anarquistas de ideas capitalistas y comunistas, sino para advertir a los anarquistas anteriormente persuadidos de que no fueran absorbidos por estos últimos. Desgraciadamente, al enfocarlo a la audiencia capitalista, fracasa al abordar ciertos hechos sobre el movimiento libertario radical que podría haber atañido a lectores comunistas.


Base

De acuerdo con Leonard P. Liggio y Rothbard, el movimiento libertario comenzó como una filosofía política pura de izquierdas, evolucionando de la clásica tradición liberal. Desafortunadamente, de acuerdo a su análisis, este hecho se ha convertido confuso debido a la introducción del socialismo, que veían como una confusa y a medio hacer filosofía que intentaba lograr los objetivos de los liberales clásicos, como por ejemplo la prosperidad y la paz, mediante los medios del viejo conservadurismo, el estado. Como el socialismo se alzó hasta la prominencia y fraudulentamente tomó la batuta de la izquierda, los libertarios se encontraron a ellos mismos en la incómoda posición de formar una alianza estratégica con sus antiguos enemigos, la derecha. Pero, después de un tiempo, estos libertarios empezaron a adoptar cualidades de la derecha, liderando siempre a la confusión todavía existente de que hoy en día el movimiento libertario era, en sí mismo, de alguna forma una ideología derechista. En pocas palabras, el movimiento libertario empezó a perder su identidad y los libertarios empezaron a cambiar su postura radical sobre la libertad y la justicia a favor de los ideales conservativos.

Como el conservadurismo comenzó a mudar sus cualidades libertarias, Rothbard, quien en ese momento se veía a sí mismo como un antiguo derechista, empezó a reanalizar su relación con la derecha y adoptó el análisis izquierda/derecha desarrollado por Liggio. Rothbard comenzó a ver la alianza derechista/ libertaria como lo que era: nada más que una alianza estratégica que había corrido su curso. Empezó a desarrollar una alianza con la izquierda, o más precisamente, con la nueva izquierda. La nueva izquierda tenía bastantes cualidades libertarias, tales como la oposición a la guerra de Vietnam, el giro a la burocracia y centralización del poder estatal y la subyugación del individuo.

Es importante destacar que Rothbard vio la alianza estratégica con la nueva izquierda como sólo eso: estratégica. Todavía hay puntos de desencuentro, por supuesto, pero donde los dos lados coincidían, podían combinar sus fuerzas. Debido a que Rothbard había visto cómo los libertarios, al aliarse con la derecha, habían comenzado a perder su propia identidad y se habían fundido con la filosofía de los conservativos, temía que lo mismo podría ocurrir con la izquierda. Por ello dice Rothbard, “Es fatal, de cualquier manera, abandonar y perder la vista de los principios de uno mismo en la búsqueda de aliados por razones tácticas específicas”.

El encanto del anarcocomunismo

En 1970, Rothbard temía que estaba pasando que los libertarios estaban siendo absorbidos por la izquierda. Al mismo tiempo, veía que la nueva izquierda se rompía, formando dos grupos generales: marxista-estalinistas y anarcocomunistas.

La crítica mordaz del anarcocomunismo, por ello, estaba escrita principalmente con el intento de mantener a los anarquistas de libre mercado en el campo de libre mercado. Y hacía esto apuntando oportunamente los errores de pensamiento cometidos por los anarcocomunistas. Y había muchos.

Mi queja más importante con el artículo de Rothbard es que falla al enfatizar de forma correcta como los anarcocapitalistas manejarían una situación en la cual las hordas se volvían voluntariamente al anarcocomunismo.

Rothbard escribe:

La única buena cosa que podría ser dicha sobre el anarcocomunismo es que, en contraste con el estalinismo, su forma de comunismo sería, supuestamente, voluntaria. Presumiblemente nadie se vería obligado a unirse a las comunas, y aquellos que continuaran viviendo individualmente y abordaran actividades mercantiles, no se verían molestados. ¿O lo serían? Los anarcocomunistas siempre han sido extremadamente vagos y difusos sobre los lineamientos de su futura sociedad anarquista propuesta. Muchos de ellos han estado exponiendo la doctrina profundamente antilibertaria de que habrá que confiscar y destruir la propiedad privada, como si destetáramos a cada uno de su apego psicológico de su propia propiedad. Es más, es difícil olvidar el hecho de que cuando los anarquistas españoles (anarcocomunistas del tipo Bakunin-Kropotkin) tomaron grandes secciones en España durante la guerra civil de los años treinta, confiscaron y destruyeron todo el dinero en las áreas y rápidamente decretaron la pena de muerte por el uso de dinero. Nada de eso puede dar confianza en las buenas, voluntarias intenciones del anarcocomunismo.

 


Lo que dice Rothbard aquí no debiera ser ignorado. Siempre cabe la posibilidad de que aquellos con más influencia después de la revolución anarcocomunista serán tan autoritarios como los comunistas estatistas, y usarán la agresión para cercar la propiedad de aquellos que no han consentido o se han presentado voluntarios a la hora de adaptarse a la propiedad colectiva.

Miedo mutuo

No merece nada la pena que, de la misma forma que el bloque capitalista tiene miedo a temer la corrupción y el autoritarismo de cualquiera del bloque comunista, aquellos del bloque comunista sientan que tiene toda la razón para temer la corrupción y autoritarismo del otro campo. Miramos al lado comunista y vemos sobretodo acciones de comunistas estatistas. Vemos robo, vemos coerción, vemos carnicería. Pero si aquellos que actualmente abogan por el anarcocomunismo se dedican realmente al voluntariado, entonces, los del grupo anarcocapitalista, aparte de creer que los comunistas se están muriendo de hambre, no tenemos absolutamente ninguna oposición ética a su dedicación al comunismo.

De la misma forma de la que miramos al comunismo, y viéndolo en su forma estatista reaccionamos con indignación, muchos en el grupo comunista miran al capitalismo y, viendo su actual forma estatista, se vuelven seguros de que nosotros los anarcocapitalistas impondríamos el mismo tipo de agresión y corrupción después de la caída del estado que vemos hoy.

El mismo Rothbard argumentaba elocuentemente en contra del capitalismo estatista, apuntando la vasta diferencia entre capitalismo de libre mercado y capitalismo estatista. “La diferencia entre el capitalismo de libre mercado y el capitalismo estatista es precisamente la diferencia entre, por un lado el pacífico y voluntario intercambio, y por el otro, la violenta expropiación” escribió Rothbard en 1973. No es irrazonable asumir que muchos de los anarcocomunistas no están tan enterados como lo estamos nosotros de nuestra propia oposición al actual establecimiento neomercantilista. Y, como consecuencia de si falta de conocimiento, la sospecha crece sobre las intenciones de los anarcocapitalistas.

Esto es, creo yo, una de las tantas razones que tienen los anarquistas de izquierda para ponerse de acuerdo con el hecho de que los anarcocapitalistas son de hecho anarquistas. Ellos, en pocas palabras, se ahogan en la palabra “capitalista”, y recurren a sus nociones preconcebidas sobre el término que están influenciadas casi enteramente por el estado. Nosotros sabemos que somos voluntaristas, que nunca iríamos en contra de los comunistas en una sociedad sin estado que opta por dedicarse a la voluntad del comunismo. ¿Pero lo saben ellos?

Desafortunadamente, el artículo de Rothbard no dice nada sobre el tema, y por ello no da comodidad al comunista que lee que su libertad permanecerá intacta en el caso de que los anarcocapitalistas nos salgamos con la nuestra. Éste es el mayor defecto del trabajo.

Cualquier comunista que, bajo la apariencia del anarquismo, opta por apoderarse de la propiedad de aquellos que no consienten dedicarse al comunismo, sería, como Rothbard cree bien, no anarquista. Aquellas personas son villanas, no sólo con los capitalistas, sino con los anarquistas de cualquier tipo. ¿Pero y los comunistas dedicados al voluntariado?

La sociedad de laissez-faire

En una verdadera sociedad libre, una en la que el axioma no agresión fuera sostenido supremamente, una en la que cada individuo es verdaderamente libre de seguir sus ideales sin que le molesten, habría invariablemente algunos que, prefiriendo el comunismo, optarían por compartir unos con otros el producto de su trabajo. Algunos se unirían en uniones voluntarias.

Otros no

Aquellos que quisieran vivir comunalmente tal vez querrían formar comunidades anarcocomunistas. Otros tal vez quisieran vivir en sociedad, entre los partidarios del capitalismo, y se unirían a asociaciones anarcocomunistas donde el producto de su labor y los bienes capitales que fueron pacíficamente adquiridas sería compartido entre aquellos que se unieran.

Lo más importante de todo, ninguno de nosotros los anarcocapitalistas forzaría a los comunistas a luchar por poseer más que su compañero. Ninguno de nosotros forzaría a los comunistas a tener un sistema de precio para los bienes compartidos dentro de sus asociaciones o comunidades. Brevemente, ninguno de nosotros usaría la agresión.

Seguro, ninguno discutiría con nuestros hermanos comunistas. Les informaríamos que su sistema está avocado al fracaso. Les diríamos que están permitiéndose a sí mismos a morirse de hambre mientras que la competición del capitalismo que nosotros defendemos nos impulsa a la sostenibilidad y mejores condiciones de vida.

¡Pero nunca agrediríamos! Podríamos hacer lo que quisiéramos, siempre y cuando nunca forzáramos a nadie a dejar su asociación o a volver a la vida capitalista.

Los anarcocomunistas, de la misma forma, serían libres para debatir con nosotros. Serían libres de contarnos que estamos siendo explotados. Serían libres de impulsarnos a unirnos a sus asociaciones o uniones o comunas. Es más, serían libres de imponer las regulaciones que les vinieran en gana a aquellos de sus asociaciones y uniones y comunidades, siempre que dejaran vivir a la gente en todo momento.

¡Pero nunca, en ésta verdadera libre sociedad, agredir! Podrían hacer lo que quisieran, siempre y cuando no forzaran a nadie a participar en su vida comunista.

Como esto no está dirigido a no-anarquistas, no perderé el tiempo en explicar que una sociedad voluntarista no es utópica, o que tipo de estructura se pondría en lugar del estado para asegurar el castigo de un crimen (por ejemplo el uso de la agresión).Hay un montón de material fuera ya sobre este tema para cualquiera verdaderamente interesado (recomendaría The Market for Liberty o For a New Liberty).

Es suficiente decir que en una verdadera sociedad libre, una sociedad voluntarista, los comunistas no tienen nada que temer de los capitalistas (aparte que convenzamos a las masas, mediante el libre discurso, que estamos en lo correcto). De la misma forma, asumiendo que los anarcocomunistas verdaderamente quieren dedicarse al voluntarismo, nosotros los defensores del capitalismo no tendríamos nada que temer de los comunistas (aparte de de que convencieran a las masa, mediante el libre discurso, para unirse a una asociación comunista).

Conclusión

Estoy de acuerdo con cada argumento que Rothbard da sobre por qué el anarcocomunismo funcionaría pobremente. Estoy de acuerdo con él de que causaría hambre. Incluso estoy de acuerdo en que debiéramos estar atentos con aquellos que cansados de autoproclamados anarcocomunistas que bajo la apariencia del anarquismo, impondrán regulaciones tiránicas en toda la sociedad. Pero estoy decepcionado con el artículo de Rothbard porque falla a la hora de informar a aquellos anarcocomunistas que se dedican al comunismo voluntario de que, aparte de nuestras diferencias, somos aliados.

Cualquier comunista que pretenda usar la idea de anarcocomunismo para imponer controles autoritarios sobre los individuos, incluyendo aquellos que no lo consientan, no es anarquista. Pero para aquellos comunistas dedicados a la verdadera libertad, dedicados a la no agresión, dejadme ofreceros mi mano. Somos aliados en la lucha contra el estatismo.

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9 Responses to Rothbard, anarcocomunismo y el individuo

  1. Suscribo el texto.

    Un saludo a todos los acratas de mercado, a todos los voluntaristas, sean socialistas, capitalistas y/o agoristas.

    Aquí el texto de Rotbard (si no me equivoco), coincido en la crítica de Alexander S. Peak. Esto no es ni de lejos lo mejor que he leído suyo.

  2. * Rothbard, mil perdones.

  3. The Langlois dice:

    Me encanta la idea del sitio mutualista, voy a frecuentarlos seguido. El texto de Alexander Peak no me parece muy llamativo, prefiero el artículo de Rothbard al cual se hace referencia (coincido en casi todos los aspectos mencionados en el mismo).

    Mucha suerta y un saludo!

  4. Es que todas formas, la idea no fue criticar a Rothbard, ni siquiera es darle la razón o la sin razón a nadie; simplemente es para darse cuenta que ansocs y ancaps en teoría al menos somos una misma familia basada en los mismos principios de gobierno y economía voluntaria.

  5. Víctor dice:

    Ciertamente al artículo le faltan varios puntos para aportar algo realmente.

    En primer lugar, enfatizar que el laissez faire puede cumplir los reclamos del socialismo.

    En segundo lugar, refutar aquello de que los anarquistas españoles ejecutaban a quienes utilizaban dinero -¿sería un rumor que circulaba por los círculos conservadores estadounidenses?-.

    Y por último, hacer una distinción entre Bakunin y Kropotkin; buena parte de la crítica ética del artículo de Rothbard se basa en los planteamientos de este último.

  6. wg dice:

    Tengo la idea de llevar las ideas del anarquismo de mercado a la calle. Fuera de internet, en la calle. Hacer un pequeño periódico o fanzine, impreso, dirigido a la gente común y corriente. Algo sencillo, fácil de entender, con imágenes, fotos, caricaturas, etc, sin academicismos. Y muy barato, de 4 páginas como máximo (porque tendré que regalarlo, no creo poder venderlo).

    Mi idea sería meter ahí 2 ó 3 artículos bien escritos, pero sencillos y breves (a la gente no le gusta leer mucho). Y poner enlaces a escritos ya más serios que estén on line (por si el ejemplar llega a manos de algún lector culto).

    Y poner al final algo como «Querido lector, si te gustaron estas ideas y crees que deben propagarse, saca fotostáticas y regala entre tus amigos».

    Si pueden sugerirme artículos (breves y sencillos), fotos, imágenes o caricaturas on line para bajarlas e imprimirlas, adelante.

    ¿Quél es parece si hace, cada quien en su país, algo similar?

  7. fghi_dclxvi dice:

    El anarquismo es antiestatista. El ancapismo es privatista. No propone suprimir las funciones estatales ni dejarlas a cargo del asambleísmo, sino de la «democracia del mercado», suprimiendo la democracia liberal. Todo esto me persuade de que el ancapismo a lo sumo puede reclamar alguna influencia pseudoanarquista, pero es imposible considerarlo anarquismo.
    Lo más indignante es que se crean en posición de determinar quién es y quién no es anarquista.

    Ningún humanista debería considerarlos aliados posibles.

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