Historia de un romance

Ene 12 • Mutualismo • 6921 Views • 4 comentarios en Historia de un romance

Raskolhnikov se ha animado a recopilar artículos de revistas sobre la simbiosis Estado-corporaciones, que iremos colgando poco a poco. Esta primera entrega pertenece al nº 473 de Historia y vida, titulado El despertar de Japón, pág. 84 a cargo de Manuel Florentín.

El despertar de Japón

La reforma territorial contribuyo a segar aun más el feudalismo. Se convenció a los daimyos para que entregaran sus tierras al Emperador, a cambio de una generosa remuneración o manteniéndose en ellas como gobernadores a sueldo del Estado. También se abolió la servidumbre, con lo que el campesino quedó libre para cambiar de oficio y emplearse en la industria. Para impedir que las tierras de cultivo se quedasen sin labrar, el Emperador las repartió en régimen de arrendamiento a los campesinos. La razón era de carácter pragmático: el gobierno necesitaba recaudar impuestos para subvencionar el desarrollo industrial, y el 90 por ciento debía salir del campo. Fue tan fuerte la presión fiscal que el campesino apenas retenía el 30 por ciento de su producción. Como resultado, tuvieron lugar una serie de hambrunas que se tradujeron en distintas sublevaciones (sofocadas de forma sangrienta) y en un atroz infanticidio para quedarse sólo con un hijo varón.
Mientras, el gobierno llevó a cabo un desarrollo industrial escalonado. Con lo recaudado de los impuestos agrícolas subvencionó la creación de grandes factorías textiles con maquinaria moderna importada. Los beneficios generados con sus exportaciones se invirtieron en minería, construcción e industrias pesadas y armamentísticas. Estas a su vez impulsaron el desarrollo de las comunicaciones y el transporte, “fundamentales para el crecimiento del país”. Un cúmulo de reformas, acompañadas de la creación de instituciones como el Banco de Japón o la Bolsa de Tokio, que equipararon pronto al viejo Japón feudal con Estados Unidos y Europa.
A ese impulso industrial de las reformas contribuyó, además del campesinado, la recién creada clase obrera, igualmente explotada. Un trabajador japonés cobraba una décima parte del salario de uno británico, que tampoco era muy alto. Las fabricas textiles estaban ocupadas en un 80 por ciento por mujeres (mano de obra más barata), que trabajaban casi en régimen de esclavitud, vigiladas y maltratadas físicamente. Dormían y vivían en la fábrica. Su jornada era de entre 12 y 19 horas. La falta de higiene provocaba innumerables muertes por tuberculosis. El sector más arriesgado era la minería, con una elevada mortandad por falta de medidas de seguridad malos tratos y enfermedades. En ella trabajaban hombres, mujeres, niños y reclusos, y no había derecho a huelga. Fue gracias a estas prácticas como se produjo el espectacular crecimiento del país, pero también gracias a ellas se forjaron fortunas particulares e importantes consorcios industriales.
En realidad, el conjunto de reformas que marcaron el final del siglo XIX japonés no fue más que una revolución desde arriba, un traspaso de poder del shogun y sus daimyos al Emperador y sus partidarios. La aristocracia y los líderes de los antiguos feudos leales al Emperador mantuvieron sus privilegios y se amoldaron a las nuevas reglas del juego. Acumularon riquezas vinculándose a los Zaibatsu, los consorcios empresariales (como Mitshubishi, Mitsui o Sumitomo), subvencionados por el Estado. Y se convirtieron en Terratenientes al comprar las tierras a bajo precio a los campesinos arruinados por los impuestos.

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4 Responses to Historia de un romance

  1. raskolhnikov dice:

    A ver si te crees que no te voy a cobrar por esto!!!!!!!!!!!! derechos de autor…. eh!!! ¡¡¡vivan los monopolios!!!!!XD

  2. Victor L. dice:

    Los derechos de autor, en todo caso, tendrá que cobrarlos Manuel Florentín 😛

  3. wg dice:

    Otro caso de simbiosis Estado-corporaciones:

    Aquí

  4. Aritz dice:

    Es muy curioso lo del papel del Estado en el proceso de industrialización de los distintos países. Por una parte, parece bastante aceptado que contribuyó a la explotación de obreros y a la creación (o más bien perpetuación) de una «clase» (no puedo entrecomillar este término lo suficiente) económicamente dominante. Pero la mayoría de autores lo consideran como una clave a la hora de llevar a cabo la industrialización, un proceso imposible sin intervención estatal. Siempre me siento confundido al estudiar estos temas, y creanme, me ha tocado estudiarlos!

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