La guerra y el futuro de la ley policéntrica

Sep 7 • Actualidad • 6837 Views • 5 comentarios en La guerra y el futuro de la ley policéntrica

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La supervivencia de un sistema libertario de ley policéntrica en un contexto hostil de grandes estados es una de sus grandes incógnitas, ¿serán capaces de tolerar un experimento que podría en tela de juicio su existencia, y serviría de ejemplo para millones de activistas en todo el mundo? Y, sobre todo, ¿sería capaz la sociedad libertaria de responder a los posibles ataques exteriores?

Las sociedades históricas de ley policéntrica, como Islandia, Irlanda o Inglaterra en la Alta Edad Media, funcionaron bien a la hora de resolver problemas cotidianos, pero acabaron sucumbiendo en la guerra, velada o abierta, contra los Estados centrales.

Hoppe argumenta que no hay nada que temer: las sociedades con economías comparativamente más libres pueden permitirse sufragar mejores ejércitos, con lo que siempre acaban superando a sus rivales estatistas. Eso explicaría por qué Holanda primero, y después Inglaterra y Estados Unidos, han sido primeras potencias a nivel internacional.

Pero esto solo es parcialmente cierto, y totalmente inaplicable al anarquismo. En primer lugar, la libertad económica no decide automáticamente la potencia de un país: Francia y España fueron, del XVI al XVIII, tanto o más potentes que los Estados que menciona Hoppe; y un conglomerado de países prósperos pero desunidos puede perfectamente ser vencido por un Estado central más pobre (p. ej. la victoria de Rusia contra Suecia en el s. XVIII). En segundo lugar, la relativa libertad económica de los Estados de Hoppe fue canalizada por un Estado centralizado; no responde a las objeciones de los arquistas.

Una primera objeción es la aparición de polizones: como las compañías de seguridad tendrían que proteger territorios concretos, sin posibilidad de discriminar a quienes no han pagado el servicio, existirían incentivos para no contratarlo –ya que se continuarían percibiendo gratuitamente sus beneficios. En respuesta, Bruce Benson apunta que un modo de combatir a los polizones sería añadir, en los contratos de compra de una vivienda, la contratación de compañías de seguridad. De esa forma todo vecindario –y finalmente toda ciudad o región- tendría compañías que podrían enlazarse, evitando los polizones y repartiendo el coste de la guerra entre toda la población.

Otra posible respuesta, de la que soy más partidario, podría apuntar lo siguiente. Las compañías de seguridad probablemente cobrasen un plus en tiempos de guerra, pero también tendrían que asegurar la vida y la propiedad de sus clientes en un contexto más peligroso. La percepción de restituciones o el rescate de prisioneros y bienes parecen incentivos suficientes para contratar seguridad, aun cuando los polizones se beneficien de servicios importantes sin pagar –después de todo, tampoco tendrían ninguna ayuda para reconstruir sus casas o recuperar a sus seres queridos.
Además, esta opción tiene una ventaja social importante: los ricos, que tendrían más interés en mantener sus posesiones, serían quienes principalmente sufragarían la defensa. (Lo que contrasta notablemente con la situación actual, donde los pobres sufragan y mueren por las guerras de los ricos).

Una segunda objeción son los costes de transacción: una organización centralizada tiene menos problemas para concentrar los recursos de guerra que el mercado. La razón principal del Estado fue reducir los costes de transacción que implicaba reunir una multitud de grupos independientes en una misma dirección, de modo que pudiese aprovecharse su fuerza conjunta. Sin embargo, hemos avanzado un poco desde el neolítico y la edad de bronce –cuando quizá, dado el nivel tecnológico, los costes de transacción fuesen privativos-; hoy, el teléfono y especialmente Internet pueden ayudar a coordinar grandes redes de compañías de seguridad, como ya sucede con éxito en muchos otros sectores.

Concuerdo con Manuel Castells en que, conforme avanzan las redes a lo largo de la economía, el anarquismo (especialmente de ley policéntrica) es cada vez más factible:

La gran dificultad para el anarquismo siempre fue cómo conciliar la autonomía personal y local con la complejidad de una organización productiva y de la vida cotidiana en un mundo industrializado y en un planeta interdependiente. Y es aquí donde la tecnología resultó ser una aliada del anarquismo más que del marxismo. En lugar de grandes fábricas y gigantescas burocracias (base material del socialismo), la economía funciona cada vez más a partir de redes (base material de la autonomía organizativa). Y en lugar de estados nación controlando el territorio, tenemos ciudades Estado gestionando los intercambios entre territorios. Todo ello a partir de Internet, móviles, satélites y redes informáticas que permiten la comunicación y el transporte local-global a escala planetaria.

Si al molino de viento correspondió la sociedad feudal, y al molino a vapor la sociedad capitalista, tal y como dijera Marx, las tecnologías de la información son el preludio del anarquismo.

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5 Responses to La guerra y el futuro de la ley policéntrica

  1. snake dice:

    Muy interesante este artículo.

    «añadir, en los contratos de compra de una vivienda, la contratación de compañías de seguridad. »

    Me da miedo que de alguna forma esas clausulas en los contratos de compra de una vivienda acaben perpetuandose y, de alguna forma, derivando en un Estado.

    Confio más en la segunda opción. Además, me ha gustado esa reflexión de que los ricos serían los más interesados.

    Saludos

  2. Victor L. dice:

    Comparto tu opinión, Snake, y de hecho no creo que esas cláusulas fueran a generalizarse; los constructores no tienen ningún interés especial en ese tipo de fórmulas, y los consumidores tampoco -a menos que el problema de los polizones sea lo suficientemente grave.

    Creo que, como complemento de la segunda opción, es muy posible que surjan asociaciones territoriales, con base en el barrio o el pueblo, que estén relacionadas con la seguridad de las calles y gestionadas por una suerte de mutualidad de vecinos -como de hecho ya sucede en EEUU.

  3. Martin dice:

    Me gusta lo de «las tecnologías de la información son el preludio del anarquismo», y como lo comparas con los molinos de viento y a vapor. Creo además que tienes razón, y que para que el anarquismo y una sociedad más justa pueda extenderse y llegar, de alguna manera, a establecerse, un gran número de personas tiene que haberse informado, comunicado, organizado, etc. lo suficiente. Pero bueno, que tampoco digo nada nuevo.

    Un saludo y ¡¡adelante con la web!!

  4. Ontorbihem dice:

    Pues victor sabes que el problema es muy al contrario. Yo no imagino un territorio determinado ya libre en manos nuestras. Porquea falta de Estado local ya bien tendremos otros que nos den problemas. Sólo es posible imaginar el escenario del cáncer: un crecimiento descontrolado y con una lógica interna contradictoria con la del resto del cuerpo que termina haciéndolo colapsar. Ahora bien amigo, ya puedes abandonar esa idea de cuerpos de seguridad a menos que quieras montarnos en la máquina del tiempo y devolvernos al feudalismo. El tema es muy extenso y laborioso, pero esa idea no es viable ni aceptable. Mira nada más los paramilitares colombianos o las mismas FARC para que veas hasta que punto se sale del control todo este asunto.

    Nuestra Revolución implica aún mucho más..y para eso debemos trabajar. Yo mismo espero poder aportar para esa causa algo en concreto.

    Gracias.

  5. Arthur dice:

    Me parece que hay algunos inconvenientes en la exposición. Por ejemplo, se asume que un territorio anarquista será prospero por ser libre, pero…¿en serio creen que los estados vecinos permitirán que sus vecinos anarquistas ingresen sus mercaderías a sus territorios? Además, los estados sí permiten generar riqueza, aunque claro, con una gran desigualdad social. Los estados han demostrado no tener escrúpulos a la hora de hacer la guerra, así que no sería incorrecto pensar que la costearían a expensas de endeudar a las generaciones futuras. Por otro lado, es de suponer que la guerra empezará no de una forma bélica sino en forma de propaganda masiva, convenciendo a través de las corporaciones de prensa de que «la región anarquista es un peligro para todos». Tan solo eso abre la posibilidad de alianzas entre estados para atacar la región anarquista. El incentivo de tal alianza sería que ningún estado querría que un solo estado invasor se quedase con todo el territorio invadido (véase la Guerra de la Triple Alianza, Brasil, Argentina y Uruguay contra el Paraguay)

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