El socialismo de John Stuart Mill
Traducido del blog de Kevin Carson.
Esta es la descripción de Chris Dillow en Stumbling and Mumbling. Pensad en esta cita del libro IV, capítulo 7 de los Principios de Economía Política:
La relación entre patrones y obreros será reemplazada gradualmente por una sociedad, en una de estas dos formas: en algunos casos, por la asociación de los trabajadores con el capitalista; en otros, y quizás totalmente al final, por la asociación de los trabajadores entre sí […] La forma de organización […] que predominará finalmente si la humanidad sigue progresando, no es aquella en que puedan existir capitalistas como jefes y trabajadores sin voz ni voto en la dirección, sino la asociación de los trabajadores entre sí sobre las condiciones de igualdad, poseyendo en común el capital con el que continuarán sus operaciones, y trabajando bajo gerentes elegidos y revocables por ellos.
Dillow comenta:
La visión de Mill no es la de empresas públicas. Él dijo que la gestión estatal era “proverbialmente especulativa, descuidada, e ineficaz”. Por el contrario, es una visión de cooperativas de trabajadores. Y además, de cooperativas que compiten entre sí…
De modo interesante, el aspecto socialista de mercado de Mill era la base de la ideología oficial de una superpotencia de siglo XXI en la novela de Ken MacLeod, Cosmonaut Keep. El Partido Comunista de la Unión europea fue inspirado menos por Marx que por la visión de Mill de la «economía estabilizada estatal»:
“¡Pero el Partido!” dijo ella. “¿Cómo puede soportar esto? Quiero decir, nadie cree en el comunismo, excluyendo a los comunistas.”
«Oh, así es», le dije. “Ellos simplemente no lo llaman así. Lo llaman la ‘sociedad sostenible’. Lo que los economistas utilizan para nombrar el estado estacionario. Y piensan que nos están llevando hacia esto, y que todo el mundo finalmente lo alcanzará, incluso los estadounidenses.”
“¡Nunca!” dijo Camilla. “Tal vez los liberales de la Costa este podrían llegar a eso, pero no el resto de nosotros.”
Suspiré. “Esto no tiene nada que ver con las creencias de la gente. La tasa decreciente de beneficios llegará finalmente. Puedes evitarlo durante un tiempo exportando capital, y esa tasa decreciente permanecerá como una estrella escondiéndose en el horizonte… pero lo único que lograrás es un mundo capitalista- y totalmente capitalizado -, con tasas de beneficios bajos por todas partes, y a continuación no habrá otro lugar al que ir que la economía estable, una economía justa que está en marcha silenciosamente antes que expandiéndose. En el estado estable es fácil para los trabajadores dejar de ser empleados del capital – casi no hay ninguna diferencia con el socialismo.
Ella me lanzó una mirada sospechosa.
“Esto es Marx, ¿verdad?”
“Incorrecto” dije. “Esto es John Stuart Mill.”
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12 Responses to El socialismo de John Stuart Mill
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En la línea de re-evaluar a los antiguos:
Los hijos bastardos de Saint-Simon
http://www.juandemariana.org/comentario/3059/hijos/bastardos/saintsimon/
Como que al revés, pero similar XD
Voy a empezar a pensar que te pagan los del IJM 😀
De todos modos no encuentro que sea «lo mismo pero al revés». Allí critican a Saint-Simon sin más, sin reivindicarlo; aquí se recupera a John Stuart Mill. No están muy relacionados…
Los filósofos no saben economía
—Ludwig von Mises
miedo al socialismo que le dicen o a perder los privilegios en otras palabras
Cada vez me convenzo más de que ayn rand ha hecho mucho daño…»los empresarios emprendedores que no siguen más que las justas reglas del mercado son la verdadera clase productiva mientras obreros sindicalistas y demás son parásitos…» podría parecer irónico pero son ellos los que identifican socialismo con estado (claro margaret thatcher era anarquista XD) «que pena que no volvamos al siglo XIX y a su jornada de 16 horas»
Saludos
Pues no te lo leíste todo, si se reivindica en parte el saint-simonianismo, mira la parte de tratado Chevalier-Cobden.
Se lo critica claro, pero se lo compara a sus malas copias, y en esa comparación se reconocen l oque tiene de interesante esta corriente antigua.
Igualmente, no creo se pueda reivindicar todo de Stuart Mill, al menos al punto de decir que era un proto-anarquista, digo yo.
Sobre Ayn Rand, pues tendrá sus cosas, pero muchos anarquistas de mercado se han hecho tales en parte por ella, a pesar que ella los detestaba 😛 A mí tampoco me convence, pero dice cosas muy inteligentes en muchas ocasiones… otras veces pues parece que la idea es ser incendiaria y no precisamente racional.
también ellos en spanga dedicados un según a faber
http://brigantilibertari.blogspot.com/2009/01/ciao-fabrizio.html
Domenico muy interesante este resumen, a ver si algún rato está disponible en español.
http://www.movimentolibertario.it/libertarismo.php
si encuentro algo de traducido agregado…
traducir todo es compliceto por mí, dejo el paso más importante:
El libertarian es un individuo, en efecto, que defiende el capitalismo puro y que pues se bate contra cada intervención del Estado en campo económico y social, que cree en el derecho a llevar armas, que adversa cada política prohibicionista en materia de droga o alcohol, que quiere alinearse de la parte de aquellos siete y aquellas comunidades que ven limitadas por el gobierno su libertad de acción y predicación.
Me interesa más por lo de historia y evolución teórica, parece detallado y bien explicado. Lo que es un libertario de mercado, anarquista o no anarquista, si lo tengo más o menos claro.
miráis si queda bien la traducción de la parte histórica como Alma preguntó:
El hecho del libertarianism ha tenido principio en los Estados Unidos al final de los años Sesenta. Está solo en la época tumultuosa de la contestación estudiantil, en efecto, que se han manifestado plenamente algunas contradicciones presentes dentro del Old Right americano, que vino costituitendosi entre las dos guerras para contrastar el Nuevo Deal dirigista de Roosvelt y la decadencia de la tradición americana auténticamente liberal. De la crisis de la coalición política y cultural moderada, que se opuso a la izquierda intervencionista y al Partido Democrático por muchos años, inició a emerger una orientación intelectual que radicalizó el liberalismo de marca jeffersoniana y que acabó de para adoptar, para distinguirse y caracterizarse, la definición de libertarianism. No es ciertamente casual, a este respeto, que autores adversos al Bienestar le en política interna y aislacionistas en política extranjera como Albert J. Nock, 1870-1945 y Frank Chodorov, 1887-1966, esté entre los más admirados por Murray N. Rothbard (1926-1995) y de los otros exponentes intelectuales de este liberalismo integral.
De una corriente político-cultural libertarian se puede hablar en sentido propio a partir del conocido mitin del 1969 del Y.A.F, Young Americans for Freedom, la organización juvenil republicana que en aquel año se dividió entre defensor a ultranza del libre mercado y conservatorios, entre partidarios de los derechos individuales absolutos y ardientes defensores de los valores tradicionales. El choque no pudo ser más neto, puesto que de un lado acabaron de para colocarse a los que fueron contrarios al empeño bélico en Vietnam, favorables a la liberalización de las drogas y alarmados por el peso creciente del gobierno en la vida de los ciudadanos; del otro los exponentes de una derecha atada a la mayoría silenciosa, a un alguna concepción militarista de la Nación y sensibles a las influencias del fundamentalismo religioso. De una parte – en fin – los anárquicos liberales se situaron, de la otra los anti-comunistas conservatorios.
De aquel momento inicia a perfilarse un área de opinión que se define libertarian y de cuyo manará, algún año después, también una formación política organizada: el Libertarian Party. La principal referencia intelectual de este universo político-cultural es Murray N. Rothbard, uno entre los máximos economistas de este siglo, pero sobre todo el autor de fundamentales textos de filosofía política e historia del pensamiento económico con el que ha ofrecido una relectura en llave giusnaturalista del liberalismo asillamado austríaco.
Ya alumno de Ludwig von Mises (1881-1973), Rothbard ha sido el estudioso que con más radicalismo ha interpretado los principios cardenal de la tradición liberal, creando una real escuela y también convirtiendo a la idea de los rectos carácteres inviolables a muchos autores que, en origen, tuvieron impostaciones diferentes: inestablemente contrattualiste o utilitarista.
¿Pero cuáles son los rasgos más característicos de esta línea de pensamiento que, en los últimos años, empieza a también encontrar fuera adeptos de la América septentrional? Debe ser padecido dice que las características de esta vasta área cultural libertarian – dentro del que se colocan numerosas fundaciones, revistas, asociaciones, etcétera – son bastante originales y, a los ojos de un observador europeo, hasta sorprendentes.
El libertarian es un individuo, en efecto, que defiende el capitalismo puro y que pues se bate contra cada intervención del Estado en campo económico y social, que cree en el derecho a llevar armas, que adversa cada política prohibicionista en materia de droga o alcohol, que quiere alinearse de la parte de aquellos siete y aquellas comunidades que ven limitadas por el gobierno su libertad de acción y predicación. Quien haya leído Defender lo indefendible de Walter Block, un texto mucho brillante cuanto divertido e inteligente, habrá tenido modo de descubrir que por el libertarianism son actividades legítimas aquel del usurero, de la prostituta, del trapiche, del mercenario, del pornografo, del exportador de capitales, del evasor de impuestos, del especulador, etcétera Y son legítimas porque no lesionan los derechos ajenos.
Si interpretara según las categorías de la política de tipo europeo, el libertario americano podría ser al mismo tiempo un hincha del conservadurismo thatcheriano y un exponente del progresismo más extremo: favorable a los derechos a los gay y los drogadictos. Pero en realidad él no es nada todo eso: es sencillamente un liberal coherente, riguroso, hostil de la coerción.
Los partidarios del libertarianism, en efecto, creen que se tiene que ser favorables a la libertad en cada ámbito: en economía, ciertamente, pero igualmente en aquéllos cuestiones que conciernen las asillamadas libertades civiles. La teoría libertaria contemporánea, en fin, también amplía el área de acción del liberalismo a aquellos sectores, la justicia, la protección, etcétera, que los liberales clásicos juzgaron en cambio como típicamente estatales. Según lo que Rothbard llama el axioma de no agresión, por otro lado, nadie puede violar los derechos ajenos y el único orden social legítimo es lo que emerge de la competencia y del respeto de las ajenas prerrogativas.
En este sentido, por los libertarians tiene perfectamente razón Proudhon en el momento en que afirma que el orden es hijo de la libertad. Ellos piensan que hace falta contrastar la agresión, física, fiscal, etcétera, de algunos hombres sobre otros hombres, pero están igualmente convencidos que para hacer éste sea necesario encomendarse a una antigua y anónima invención humana, cuyo origen reensambla a la noche de los tiempos: la competencia. Según el libertarianism, entonces, es necesario que las viejas instituciones públicas dejen el sitio a órdenes legales elegidos por la gente dentro de un mercado competitivo.
Aunque esta filosofía política no sea todavía muy conocido en Europa y casi completamente desconocida en Italia, ella ocupa un papel no marginal en el EE.UU.: sobre todo en el ámbito de las universidades y el asillamado business community. Y es significativo, a tal respeto como al Libertarian Party, que ha tenido y todavía tiene un papel relevante en la divulgación de las tesis del liberalismo integral, a partir de la mitad de los años Setenta se haya presentado a cada importante cita electoral, casi siempre colocándose cuál tercera fuerza político estadounidense: aunque a notable distancia del partido democrático y de aquel republicano.
1. A los orígenes del libertarismo americano
Ésta pertenece a la crónica y, por unos aspectos, también a la historia.
Pero no hay ninguna duda que detrás de tales acontecimientos hay una compleja evolución de ideas y un animado sucederse de debates intelectuales. La que ha iniciado a imponerse acerca de hace treinta años no es una teoría política sin antecedentes, ni sin puntos de referencia. Como Pierre Lemieux ha subrayado, el pensamiento libertario de los anarco-capitalistas se presenta como el límite y la boda de dos doctrinas: la libertad del anarquismo se extiende a la economía y a la libertad capitalista invade lo social y las condiciones de base de la vida en sociedad». se trata, en otras palabras, de una conjunción del anarquismo y el capitalismo. En el libertarianism, en fin, el liberalismo clásico de Locke, 1632-1704, encuentra el anarquismo individualista americano de autores como Warren, 1798-1874, Spooner, 1808-1887 y Tucker (1854-1939).
Una primera anticipación de tal teoría es rinvenibile en el pensamiento de los economistas liberales escoceses del siglo XVIII y, sobre todo, de aquellos polemistas franceses como Bastiat, 1801-1850 y Molinari (1819-1912) que, en la Francia de mitad Ochocientos, defendió infatigablemente la sociedad del laissez faire. Su opción a favor del mercado fue tal, y tan neto, de poner las bases por desarrollos ulteriores: cada vez más radicales. Sobre la base de los principios morales y las razones del liberalismo clásico, en efecto, no fue difícil llegar cuanto a consecuencias mucho extremas son aquellos a que han llegado, en estos años, autores como Murray N. Rothbard y David Friedman.
En los escritos de Gustave de Molinari, por otro lado, hay una evidente anticipación de aquella negación del Estado moderno que es al centro del nuevo libertarismo estadounidense. Es suficiente leer un breve ensayo del 1849, Del production del sécurité, para constatar que la premisa de que el estudioso mueve es que sobre un mercado privado y competitivo cada bien o servicio, están disponible a una calidad mejor y a un precio inferior con respecto de cuanto no ocurra en régimen de monopolio. No se comprende por cuál razón, el economista añade, lo que es verdadero para la producción del trigo o las curas médicas ya no tenga que serlo cuando se tiene a que hacer con la protección de la persona y sus bienes de posible amenazas de individuos malintencionados. En un lenguaje llano y sosegado Molinari propone la disolución del político en lo económico o bien la utopía de una sociedad en que la coerción dejas el sitio al contrato privado, la obligación política a la libre asociación.
Mientras los liberales clásicos siempre consideraron la ley y la seguridad, la justicia y la defensa, cuales ambicionados que por ellos naturaleza fueron sustraídos al mercado y a la competencia, Molinari atraviesa el Rubicone y anuncia la utopía de una sociedad integralmente liberal.
Aquel de los libertarians, entonces, no es solamente una síntesis entre dos tradiciones culturales. En las teorías de los anarco-capitalistas hay sobre todo la maduración de lo que ya fue contenido, desde los orígenes, en los textos clásicos del liberalismo, si correctamente entendidos. La proclamación de derechos individuales conduce en efecto a negar cada pretensión estatal de contar individuos: de sus recursos, de su trabajo, de su tiempo.
Como David Bergland ha escrito, por muchos libertarios el punto de salida del libertarianism, por otro lado, está en la expresión you own yourself, tú posees tú mismo. Dónde es cuánto nunca evidente el radicalizarse proprietarismo liberal de Locke, pero al mismo tiempo la recuperación de un tema anárquico individualista bien presente, en particular, en el concepto de soberanía del individuo elaborado por Warren.
Si Locke y Molinari, Spooner y Thoreau se han nombrado, se ha hecho sobre todo lo porque han sido los libertarios mismos a trazar una primera genealogía de su movimiento intelectual y su doctrina política. Ellos mismos, en efecto, han advertido la exigencia de poner en evidencia cuál son principalmente los autores del pasado de que dependen y a cuyo principalmente han sacado.
Bajo ciertos aspectos se puede hablar como del libertarianism contemporáneo del riproposizione, en términos renovados, del radicalismo liberal. Si por algunos siglos la tradición liberal abandonó el rigor de los orígenes (padeciendo variados influjos democráticos, socialistas y conservatorios), con Rothbard y David Friedman ella parece en efecto haber retomado la misma vocación revolucionaria.
En construir un justo pasado, el libertarianism se ha orientado hacia los espíritus a más subversivo y antistatalisti de lo XVII y el siglo XVIII: Locke, Sidney (1622-1683), Gordon, ca.1700-1750 y Trenchard (1662-1723), Jefferson (1743-1826), Paine (1737-1809), etcétera Pero sobre todo – fuera de los confines de la historia de las doctrinas políticas – ello se ha preocupado de hallar modelos de sociedad auténticamente liberal, también a costa de buscar inspiración en sociedades prehistóricas, antiquísimas, algo conocidos y hasta completamente desprestigiadas.
Es como si los libertarios fueran bien conscientes que si el liberalismo como teoría nace – también en ausencia del nombre – solamente en la segunda mitad del siglo XVII, como el liberalismo practica es mucho más algo de antiguo. Al menos en unos sus aspectos esenciales.
Según Rothbard y muchos otros autores que a él de algún modo se rehacen, es necesario volcar la tesis marxiana – todavía predominante – según el que no hubieron antes del emerger modernidad liberal que las tinieblas de una sociedad feudal dominadas por la opresión del hombre sobre el hombre. Usted cosas no están así. La teoría liberal emerge justo a defensa de la sociedad civil, amenazada y oprimida por el triunfo del Estado moderno, en el momento en cuyo la que Jean Baechler ha definido la anarquía medieval deja el sitio a un nuevo orden: burocratizzato y centralizado. Si antes de la modernidad no hubo una teoría liberal, es porque no hubo el Estado cuál nosotros lo conocemos y no hubo la exigencia de reaccionar frente a su monopolio.
A tal respeto merece que se meta en evidencia el hecho que un exponente europeo del libertarianism contemporáneo, el jurista flamenco Boudewijn Bouckaert, ha sustentado que las libertades municipales y el mercado surgen después alrededor del siglo once Cristo y por toda una serie de factores – económicos, institucionales, culturales – entre los que os son incluso, en una posición preeminente, la reforma cluniacense y la sumisión del emperador y los Reyes a un más alto sistema de valores y normas morales. Le está en lleno Edad Media, en fin, que se afirma cuanto nunca un orden social libre, respetuoso de los derechos individuales y basados sobre relaciones esencialmente privadas y contractuales. Los antiguos Ayuntamientos de las Flandes y la Italia septentrional se vuelven por lo tanto modelos a los que mirar y hacia cuyo, a dicha de Bouckaert, de algún modo incosapevolmente se dirigen a los que – especie en América – inician a vivir dentro de ciudades privadas, o bien esté en barrios de la comunidad dentro de los que los servicios públicos esencial son sustraídos a la gestión ineficaz de la administración pública.
El Edad Media de las calles y los puentes privados, con peaje y de andamiaje, no es pero la única referencia histórica a que un autor mira libertarian como David Friedman, hijo de Milton. Otra sociedad integralmente liberal fue aquel del Hacer West americano, dentro del que la ley y la seguridad fueron aseguradas, de modo eficaz, civil y bien poco caro, como certifican muchas búsquedas históricas, de sujetos privados. Pero igualmente de apreciar soy el orden civil de las tribus de las indias piel roja, aquel de la Islandia medieval y aquel vigente en las relaciones internacionales: todo análogamente caracterizados por la ausencia de un poder central en condición de suprimir cada oportunidad de elección y de borrar competición y pluralismo.