Proudhon, mutualismo y fútbol
En el último número del periódico de la FAI; Tierra y Libertad, ha aparecido un artículo, al parecer traducido del semanario francés Le Monde Libertaire-, en el que se presenta un diálogo ficticio entre el inventor del fútbol y Proudhon, donde el primero pretende persuadir al segundo de que su juego, el fútbol, encarna los ideales de mutualismo que defiende el segundo. La broma no tendría más importancia si su autor, Michael Paraire, no hubiera pretendido con ella mostrar una idea falaz de las ideas de Proudhon, y desprestigiar de paso a los mutualistas modernos (debe suponerlos un peligro para su ideología), que alegremente se llaman a sí mismo “anarquistas de mercado”.
El equívoco del artículo, aunque precedido de intervenciones de Proudhon contra la “mano invisible”, etc. se esconde al final, cuando el inventor del fútbol dice a Proudhon: “Pero entonces ¿de qué principio, de qué ley, es expresión el juego del que soy yo el dios?” y aquel contesta que: “De la ley de mercado, del puro capitalismo, y no del mutualismo”. Cualquiera que lo lea, aun siendo consciente de que Paraire ha podido poner en boca de Proudhon lo que le ha dado la gana, no puede dejar de llevarse una idea errónea del mutualismo. Nosotros, en cambio, citaremos las palabras exactas de Proudhon sobre la libre competencia para que cualquiera pueda consultarlas.
Por ejemplo, es bien conocida –y Langlois la mencionó en un artículo recientemente- una de sus citas contenidas en El principio federativo:
“Quien dice socialismo en el buen y verdadero sentido de la palabra, dice naturalmente libertad del comercio y de la industria, mutualidad del seguro, reciprocidad del crédito, del impuesto, equilibrio y seguridad de las fortunas, participación del obrero en los destinos de las empresas, inviolabilidad de la familia en la transmisión hereditaria”
En el Sistema de las contradicciones económicas, insiste en ese punto:
“Los argumentos que se presentan a favor de la libertad absoluta de comercio son bien conocidos; yo los acepto todos, y creo que bastará recordarlos en algunas páginas. Dejemos, pues, que hablen los economistas mismos”. [1]
Es cierto que Proudhon reivindicaba “garantías de hecho” frente al mercado libre, pero con esto se refiere a la asociación de los obreros en mutualidades, perfectamente compatibles con el mercado. Así, nos dice en La capacidad política de la clase obrera:
[Los mutualistas] reconocen gustosos, con los economistas de la escuela puramente liberal, que la libertad es la primera de las fuerzas económicas, y debe confiársele todo lo que pueda hacer por sí sola; pero que donde no pueda llegar la libertad, mandan el buen sentido, la justicia y el interés general, que intervenga la fuerza colectiva, que no es aquí sino la mutualidad misma […]. [2]
Por otro lado, la única medida que exigía Proudhon en relación al mercado, para evitar los fraudes, era la venta a precio fijo, lo cual está hoy día casi enteramente generalizado y es perfectamente compatible con el mutualismo moderno. Vuelve a decir en La capacidad política de la clase obrera:
Es verdad que la venta a precio fijo supone mejor fe y es mucho más digna que la venta al regateo. Supóngase que todos los negociantes y productores hiciesen lo mismo, y tendríamos la mutualidad en la oferta y la demanda. [3]
Y agrega en la misma página, aclarando su concepto de “precio justo” en relación a la competencia:
«No es posible vender por largo tiempo ninguna mercancía a más del justo precio: si tal sucede, es porque por alguna causa el consumidor no es libre.»
Continúa, contestando de paso a los “anarcomoralistas” que detestan la riqueza per se:
“Es en verdad justo que el particular que haga a su costa y riesgo una vasta operación de comercio, encuentre en la reventa de sus mercancías una honesta recompensa.” [4]
Y sentencia más adelante:
“Los partidarios de la mutualidad conocen tan bien como cualquier otro la ley de la oferta y la demanda, y no está en su ánimo violarla”. [5]
Todo el libro, que constituye la obra póstuma de Proudhon y cuya lectura supone comprender su pensamiento más maduro, está plagado de citas sancionando el libre mercado, y se podrían pegar muchas más. Por ejemplo, tras criticar duramente el alquiler de viviendas en las circunstancias de su tiempo, agrega:
“Bajo el régimen de mutualidad, sin embargo, sería facilísimo regular el arrendamiento sin violar la ley de la oferta y la demanda, y ateniéndose a las prescripciones de la más rigurosa justicia”. [6]
Su solución al problema de la vivienda consiste en que “en interés de todos pudiesen construirse, en concurrencia [= competencia] con los antiguos propietarios [lo que implica respeto de la propiedad], sociedades de albañiles para la compra de terrenos y la construcción, conservación y arrendamiento de casas y cuartos.”[7]
Y así, en muchas otras cuestiones como el crédito o el gobierno, va Proudhon proponiendo a lo largo del libro las asociaciones mutualistas, en connivencia –y no oposición- con el libre mercado, para dar alivio a los problemas de los obreros de su tiempo, y que en alguna medida permanecen como medidas saludables. Si se lee el artículo de Kevin Carson sobre la mutualización de los servicios sociales que tradujimos en este mismo blog, se comprenderá que el mutualismo moderno es en realidad calcado, quitando algunas asperezas, al mutualismo proudhoniano.
En la carta a Villiamé, Proudhon nos deja otras tantas citas tajantes:
«Mi principio, ciudadanos, lo cual parecerá chocante para vosotros, mi principio es vuestro; es la propia propiedad. Yo no tengo otro símbolo, ni otro principio excepto aquel de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano: Libertad, igualdad, seguridad, propiedad.»
«Nuevamente, como la Declaración de Derechos, yo defino la propiedad, provisoriamente, como el derecho de disponer libremente de la propia renta, de los frutos del trabajo y la industria. Aquí está la totalidad de mi sistema: libertad de conciencia, libertad de prensa, libertad de trabajo, libre cambio, libertad en la educación, libre competencia, libre disposición de los frutos del trabajo y la industria, libertad ad infinitum, libertad absoluta, libertad para todos y siempre.»
En fin, las pruebas están sobre la mesa para que cada cual saque sus propias conclusiones.
En cuanto al respeto de la propiedad en Proudhon, que muchos anarcocomunistas no han comprendido, él cita en ese mismo libro el Manifiesto de los sesenta [8]:
“No se nos acuse de soñar con leyes agrarias, igualmente quimérica que pondría a cada individuo en el lecho de Procusto, ni con repartos de propiedad, máximum, impuesto forzoso, etc. No; es tiempo ya de acabar con esas calumnias propagadas por nuestros enemigos y adoptadas por los ignorantes. La libertad, el crédito, la solidaridad [Proudhon cita a menudo “solidaridad” como sinónimo de “mutualismo”], estos son nuestros sueños”. [9]
Por último, cabe explicar por qué la analogía fútbol-mercado es totalmente incorrecta.
En el mercado no se da la situación de varios contrincantes que compiten entre sí por un premio único y en la que, por tanto, solo pueden ganar unos a expensas de los otros.
En realidad, los procesos de producción y de mercado son procesos eminentemente cooperativos: desde que se extrae la materia prima en la montaña hasta que el producto acabado llega al punto de venta tiene lugar un proceso de cooperación (no desinteresada, desde luego) inmenso entre el minero, el transportista, el fabricante de la manufactura, el mayorista y el minorista a fin de satisfacer al consumidor. Incluso en el caso en que compiten dos empresas por satisfacer al mismo consumidor no se trata de ningún proceso destructivo, sino al contrario: lo que pierde el competidor desbancado como productor, que ha sido responsabilidad exclusivamente suya, lo gana como consumidor de productos más baratos o mejores.
Si tuviéramos que emplear los términos de Proudhon, diríamos que el mercado es reciprocidad, en el sentido en que todos los productores son a la vez consumidores que intercambian sus respectivos productos del trabajo sin que medie jerarquía alguna. La capacidad de consumir depende de la capacidad de producir y, por tanto, no hay tacha desde una perspectiva mutualista: los derechos y deberes son recíprocos.
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[1]: Tomo II, página 8.
[2]: página 63.
[3]: página 66.
[4]: página 80.
[5]: página 80.
[6]: página 87.
[7]: página 88.
[8]: Los sesenta eran un grupo de obreros mutualistas que se presentaron a las elecciones francesas a fin de que el proletariado de ese país tuviera un representante acorde a sus, a su juicio, verdaderos intereses.
[9]: págs. 51-2
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5 Responses to Proudhon, mutualismo y fútbol
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« Un mercado sin capitalistas Los mutualistas ante la crisis »
ya lei dicho articulo y si pues , es un atravimiento del autor hablar por proudhon y ademas solo muestra su ignorancia al pensar que el mercado es igual a un partido de futbol.
cayo en mis manos un numero anterior de tierra y libertad donde hacian una serie de criticas a gesell con un conocimiento muy superficial de sus propuestas, supongo que no es una revista muy seria.
saludos
Estupendo artículo, a eso le llamo yo aclarar muchas cosas sobre Proudhon.
Los anarcocomunistas pueden tomar al Proudhon más joven, pero aquel que llevó hasta sus últimas consecuencias sus premisas fue un auténico mutualista y partidario del libre mercado. Lo que me hace plantearme por que el anarquismo a renegado de una manera tan radical de parte de sus raíces.
Coincido con Aritz, que buena forma de aclarar y reivindicar el pensamiento de Proudhon… y la riqueza que aportan las citas bastarían para acabar por sí solas con los prejuicios de los anarco-comunistas.
Comentar también que el texto en sí es una puta mierda.
No se puede decir: (extraído del texto) «Una mano invisible, una armonía preestablecida contribuirán al buen desarrollo del juego.»
Para luego decir: «¿Y el árbitro? ¿No encarna la justicia?»
Vamos hombre, es que no me parece normal.
Y encima después: «¿de qué principio, de qué ley, es expresión el juego del que soy yo el dios?» «De la ley de mercado,[,,,]»
Es que clama al cielo. En que quedamos? La mano invisible del mercado o el árbitro (que metafóricamente parece algún tipo de agente de tipo estatal)? No tiene ningún sentido, es una incoherencia tremenda que solo se entiende si se conoce la ignorancia del anarco-comunismo en cuanto a los procesos del funcionamiento del mercado.
Mención a parte que en el texto se ve con buenos ojos el principio rector del juego que es el árbitro («Ddf: ¿Y el árbitro? ¿No encarna la justicia?» «P-JP: ¡Lo acaban de insultar!» es Proudhon joder, lo mínimo que tendría que haber dicho es «como va a repartir justicia un ente central por encima de los demás?») …lo cual nos da una idea de que clase de anarquistas han hecho esto.
Horror! insultan a la autoridad!!!, jajaja.. buena Aritz!