Anarcosindicalismo vs. mutualismo

Feb 8 • Mutualismo • 10771 Views • 11 comentarios en Anarcosindicalismo vs. mutualismo

Hace un par de semanas Aritz repasó excelentemente las medidas del ICEA contra la crisis; en este post trataremos las consecuencias del modelo social implícito en dichas medidas. Debemos advertir que no se trata de un “ataque” contra el anarcosindicalismo, el cual consideramos una estrategia muy legítima y justa, sino contra la propuesta de dirigir la economía exclusivamente a través de estas organizaciones. Ni siquiera negamos que en una eventual sociedad libertaria puedan tener un papel importante en la organización de cooperativas, bancos populares, etc.

La propuesta de los economistas anarcosindicalistas consiste, resumidamente, en entregar el control de la producción a los sindicatos, de forma que estos administren los recursos en comités de trabajadores y consumidores “de abajo a arriba y de la periferia al centro”, según una vieja fórmula anarquista.

A través de estos comités de consumidores, las unidades de producción –los comités de trabajadores- conocerían las demandas de la sociedad y adaptarían sus pedidos en consecuencia.

Ahora bien, el problema principal bajo este sistema surge cuando se pretenden conocer realmente las demandas sociales. Cada individuo está dispuesto a consumir cantidades muy distintas de bienes en función de lo que tenga que renunciar para conseguirlo; por ejemplo, una persona (bajo el anarcosindicalismo u otro sistema) puede estar dispuesta a consumir diariamente 500 gr. del mejor vacuno, pero probablemente se lo pensará dos veces al considerar que debe renunciar a su consumo cotidiano de galletas, legumbres, etc. debido a que las parcelas de terreno dedicadas a este tipo de bienes deben ser desviadas a la producción de carne de vacuno para saciar sus nuevas preferencias.

Este tipo de problemas solo pueden resolverse si admitimos que la gran mayoría de los bienes que consumimos están en una cantidad menor de la que estaríamos dispuestos a consumir. La economía anarcosindical deberá crear un sistema de preferencias para utilizar estos recursos de forma que se destinen a los usos más urgentes y necesarios según una jerarquía concreta. La madera, por ejemplo, puede destinarse a tal cantidad de usos que siempre será inferior a las demandas, de modo que los comités anarcosindicalistas deberán administrarla de la forma más racional posible.
Incluso la mano de obra será escasa, ya que el tiempo que los obreros estarán dispuestos a trabajar será limitado y, por lo tanto, también este recurso tendrá que racionarse. [1]

Una vez descubierto y admitido el problema, los anarcosindicalistas serán conscientes de que unas sencillas asambleas deliberativas no podrán gestionar la inmensa cantidad de datos que se requiere para hacer funcionar la economía. Todos los individuos de la sociedad deberán rellenar formularios en los que especifiquen por orden jerárquico sus preferencias de bienes, y estas encuestas deberán ser centralizadas por los comités de consumidores en alguna clase de departamento de estadística.
La única forma de tramitar esta cantidad ingente de información, como pronto se advierte, es entregar la planificación a un grupo de expertos, cuyas tareas no podrán ser controladas por las asambleas. Estas, a lo sumo, podrán establecer las directrices a grandes rasgos, quedando la mayor parte de las decisiones en manos de este grupo ajeno a la estructura horizontal del sindicato.

Estos expertos tendrán el poder de decidir todo aquello que escape al común de la asamblea y, si se pretende que el sistema sea operativo, las unidades de producción –los comités de trabajadores- deberán obedecer sus directrices, aun cuando supongan dolorosos cambios de empleo, aumentos en la jornada, reducción de personal, etc. [2]
Aun cuando formalmente el sistema continuase siendo voluntario y asambleario, las decisiones serían tomadas por una élite, y cualquier iniciativa espontánea de las bases debería subordinarse al plan general de dicha cúpula.

E incluso si las bases del sindicato consiguiesen mantener al grupo de expertos en los límites de sus funciones, aparecerían graves problemas económicos.
La centralización necesaria para procesar los datos estadísticos enviados por los consumidores hará inevitable que exista un desfase entre quienes toman las decisiones –el comité de expertos- y quienes poseen la información relevante sobre la situación concreta de los procesos de producción y la situación de los bienes –los comités de trabajadores y, más concretamente, cada una de las unidades de producción que forman dicho comité-. Es más, el comité de expertos sería incapaz de advertir las variaciones  constantes en la demanda más allá de las esporádicas estadísticas a los consumidores.
El alto coste de procesar y centralizar esos datos para luego enviarlos a los comités de trabajadores implicará un margen amplísimo de error entre las verdaderas demandas de los consumidores y las demandas percibidas por el comité, así como entre la verdadera situación de los bienes y su situación ficticia en los datos recopilados por el comité.

El conocimiento de las circunstancias concretas del espacio y del tiempo, como argumentó Hayek, está disperso entre miles e incluso millones de individuos. Toda la información relativa al estado de los bienes, de la producción o de la meteorología hasta las demandas de los consumidores, está dispersa en montones de individuos que no se conocen entre sí [3], y los costos de reunir dicha información en un comité central para posteriormente distribuirla entre las unidades de producción implicaría que, una vez cumplido el proceso, se habría generado una nueva información acorde a las nuevas circunstancias que no correspondería con los planes del proceso en marcha.

Curiosamente, este hecho ya fue intuido por Bakunin, quien lo empleó contra la pretensión marxista de entregar todo el poder al Estado (la negrita es mía):

[…] Incluso el Estado pseudopopular, inventado por el señor Marx, no representa, en su esencia, nada más que el gobierno de las masas de arriba a abajo por intermedio de la minoría intelectual, es decir de la más privilegiada, de quien se pretende que comprende y percibe mejor los intereses reales del pueblo que el pueblo mismo. [4]

Por lo tanto, según lo dicho hasta ahora, la planificación central adolece de graves deficiencias que solo pueden remediarse mediante la descentralización, esto es, mediante una organización en la que las decisiones estén en manos de quienes poseen la información relevante sobre las mismas. [5]

Ahora bien, admitida la descentralización, surge el problema de la coordinación. Las decisiones deben ser tomadas separadamente por cada una de las unidades de producción, pero estas deben ajustar sus actividades a las del resto. Por ejemplo, una empresa de muebles debe adecuar su producción a la actividad de otras empresas e industrias que utilizan su misma materia prima: la madera. No puede emplear tanta madera como se le antoje, sino que debe coordinarse con el resto de unidades para repartir adecuadamente el bien escaso. Para ello se necesita un instrumento que registre las actividades individuales y les sirva de guía; el precio. Este es el único elemento que puede coordinar las acciones de los distintos actores económicos, ahorrando una cantidad preciosa de tiempo.

Nuestra empresa de muebles, ante un aumento en el precio de la madera, no tiene por qué conocer cuales son las causas de este aumento (un incendio forestal, un aumento de demanda por causas diversas, etc.), sino que tan solo debe adecuar sus acciones a la nueva situación; es decir, debe ahorrar madera, y para ello dispone del precio como único indicador.

En conclusión, el ideal anarcosindicalista consistente en una sociedad autogestionaria dirigida desde la base es posible únicamente en el marco de un libre mercado, más allá del cual las decisiones tienden a concentrarse en un escaso número de personas y a adolecer de graves problemas de ineficiencia.

Una sociedad de libre mercado tal y como proponen los mutualistas, basada en un sistema de producción descentralizada y cooperativa, bancos mutuos y servicios sociales mutualizados tiene más en común con el ideal original de los anarcosindicalistas de lo que muchos de ellos están dispuestos a admitir.

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[1]: Para una discusión sobre el carácter económico de los bienes, véase Carl Menger, Principios de Economía Política, 1871, p. 147

[2]: Cabe añadir que la cúpula de expertos podría justificar sus tejemanejes en base a los datos estadísticos (rellenados por los consumidores) centralizados en su departamento, por lo que sería imposible acusarlos de “deshonestidad” o “manipulación”.

[3]: Estas ideas están basadas en Friedrich A. Hayek, The Use of Knowledge in Society, 1945. En este ensayo añade:

Saber cómo extraer el mayor jugo a una herramienta infrautilizada o a la capacidad de una persona, o conocer el hecho de que se dispone de un stock sobrante durante un momento de escasez de suministros es tan útil como conocer las mejores técnicas alternativas.

[4]: Mijail Bakunin, Estatismo y anarquía, ¿1873?, p. 82

[5]: Se ha pretendido invalidar este argumento por el hecho de que las grandes corporaciones también planifican centralmente y, de hecho, manejan una cantidad de bienes superior a la de muchos Estados. Tan solo mencionar aquí que algunos mecanismos del Estado incentivan artificialmente la planificación interna en las empresas, como el impuesto sobre las ventas, que, al gravar los intercambios externos de mercado, incentiva la interiorización (y planificación) de la producción desde la extracción de materias primas hasta el consumidor. En un mercado libre, evidentemente, sin este tipo de discriminaciones, las empresas serían más pequeñas y estarían lejos de este tipo de planificación centralizada.

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11 Responses to Anarcosindicalismo vs. mutualismo

  1. wg dice:

    Muy buena explicación. Por fin entiendo lo de la «imposibilidad del cálculo económico» en las economías planificadas.

    Pero me parece que a los anarcosindicalistas les molesta mucho que venga un teórico a decirles que «no se puede». Ellos prefieren intentarlo; si funcionó en el 36, ¿por qué no ahora? Si hubo idealistas y voluntad de hacerlo en el 36, ¿por qué no ahora? Su problema es que no saben cómo empezar. Por eso apoyan medidas estatistas, menos malas que las soluciiones de mercado.

  2. Sergio dice:

    yo esque me desconcierto con la CNT si son anarkas y estan en contra del estado porque quieren mejora de los servicios soziales del estado no es contradictorio???
    salud!!!!!

  3. wg dice:

    Pues como no saben qué hacer, se vuelven estatistas para luchar contra los capitalistas.

    Claro, cuando Durruti resucite será otra cosa.

  4. Victor L. dice:

    Gracias WG.

    Pensé comentar algo sobre la revolución del 36; prácticamente no se llegó a establecer ningún plan comunista unitario, en muchas ciudades funcionaban el dinero, los precios, y cierto mercado, había bancos proudhonianos, etc. En todo caso fue un ejemplo de socialismo de mercado, de un «mutualismo con perspectivas comunitaristas» o algo así, pero no de comunismo libertario.

    Respecto a la CNT, estoy de acuerdo. Aunque hoy en día son la fuerza anarquista más importante -quizá del mundo-, y de vez en cuando hacen cosas interesantes como en Lebrija.

  5. wg dice:

    ¿Hay algún historiador con conocimientos de ECONOMÍA que haya estudiado A FONDO lo del 36?

  6. Federacion dice:

    Los precios son un buen indicador de la demanda, pero solo en economías mutualistas o similares. En otro caso, el precio solo representa una demanda solvente (1€ = 1 voto) que puede no corresponderse con la demanda real de la sociedad. Esto lo podemos ver en todas las burbujas, donde el precio crece gracias a una demanda de carácter especulativo.

  7. @ Federación:

    Los precios tampoco son un buen indicador de la demanda cuando el demandante en cuestión no tiene ni ahorros ni aval. Por ejemplo, un indigente o un damnificado del reciente tsunami. Ni tiene dinero para «votar» ni los bancos están dispuestos a prestarle dinero, y su demanda pasa desapercibida.

    Este es justo el caso complementario al que dices, en el tuyo hay dinero en exceso, en el éste falta dinero.

    Con una banca libre y con instituciones de tipo cooperativo, la oferta y la demanda determinarán que el crédito (dinero) vaya a donde los individuos lo necesiten, en lugar del estado o las empresas capitalistas, de modo que la oferta y la demanda se reflejarán más fielmente (o eso queremos creer aquí).

  8. David Martín dice:

    Aunque comparto muchas de las ideas mutualistas, considero que se exagera la supuesta «ineficiencia» de un modelo anarcosindical o colectivista. Y creo que a una escala pequeña, local, y de cierta confianza el modelo anarcosindical seria no solo posible sino valioso.

    Un sindicato o una cooperativa integral como la que ayudo a crear Enric Duran, podría coordinar a las cooperativas de producción y a las de consumo (todas estas herramientas ya existen en los margenes del capitalismo actual) y podría hacerlo sin necesidad de una planificación farragosa, y sin necesidad de mercado internos y precios. (a fin de cuentos la inmensa mayoría de la economía durante toda la historia ha funcionado así, familias, comunas, tribus e incluso el interior de las empresas…)

    Un indicador común sería el tiempo de trabajo empleado en producir, así las diferentes cooperativas podrían indicar el «precio» de lo que producen, y los consumidores podrían decidir sus prioridades para hacer los pedidos y luego retirar los productos de lo que seria como un economato interno. A los trabajadores se les entregarían «bonos» por el mismo valor de tiempo de trabajo que han aportado al sistema. Las materias primas al igual que los bienes inmobiliarios serían comunes y por tanto el «precio» se fijaría como por subasta, es decir, las cooperativas dispuestas a trabajar más para el fondo común, son las que tendrían preferencia a la hora del uso de esos recursos.

    Alguien podría replicarme que esto en el fondo no se diferencia en nada de un mercado con precios y dinero común, pero si lo analizamos un poco más, esto no es así en absoluto. Los bonos de trabajo serían intransferibles, y se te concederían independientemente de que la venta de tu producto o servicio llegue a consumarse o no, de manera que el trabajo y el fruto de este serían un derecho reconocido de antemano por esa comunidad a sus miembros, y no algo que debe validarse en la «anarquia del mercado», con el riesgo de perder el esfuerzo realizado y recurrir al ahorro, los seguros y la caridad. Si una cooperativa no está contenta con el funcionamiento del modelo o con los demás miembros, simplemente podría salirse y afiliarse a otro sindicato o asociación de segundo grado o a ninguna si prefiere relacionarse a través del mercado.

    Este sistema permitiría desmercantilizar sectores de nuestra economía aunque fuesen solo los mas vitales y «sociales» como la alimentación y los cuidados, pero también podría argumentarse que esto es un modelo complicado con el que te arriesgas a problemas innecesarios, y que por tanto mejor resolverlo todo a través de un mercado. Pero aquí entramos en una cuestión de mayor profundidad, que trata sobre que valores y cultura se quieren fomentar en una sociedad alternativa.

    Bajo este sistema capitalista asqueroso lo que se ha fomentado es cada vez más una visión aislada y egoísta del individuo, y una mercantilización creciente de todos los aspectos de nuestra vida, que nos impulsan a una lucha por sacar el máximo provecho de cualquier relación. Creo que ningún anarquista sea de mercado o no, debe ser neutral ante estos «valores» e «ideas» sino que debe ser tremendamente critico con ellos, no solo porque sean nocivos para el mimbre social, sino porque incentivarían a muchos individuos a enriquecerse de cualquier forma, con la consiguiente búsqueda del favor político, el privilegio y la coacción, introduciendo de nuevo el viejo capitalismo por la puerta de atrás.

    • Me parece muy interesante tu propuesta. Yo alguna vez he pensado algo similar:

    • Por un lado, un sistema de bonos parecido al que propones para los bienes de primera necesidad. Todos los miembros de la cooperativa, trabajen o no, recibirían bonos que pueden cambiar por una cierta cantidad de bienes básicos, como alimentos, primera vivienda, sanidad, etc. Los padres, además, recibirían bonos para la educación de sus hijos en la escuela de su elección.
    • Por otro lado, los trabajadores recibirían también otro tipo de bonos, por valor de su tiempo de trabajo, que podrán gastar en lo que quieran (a diferencia de los anteriores, que sólo se pueden gastar en algunos bienes).
    • Además, los trabajadores también podrían recibir como incentivo algún tipo de dinero-mercancía, es decir, bonos intercambiables por alguna mercancía (lo clásico es el oro, pero puede ser cualquier cosa). La ventaja es que estos bonos tienen un valor de mercado estable. Serían parecidos al dinero actual.
    • Creo que con propuestas como estas es posible el cálculo económico, a la vez que hay autogestión y se garantiza el acceso a los bienes básicos.

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