Algunas anotaciones sobre la planificación
(este post puede considerarse un apéndice del Anarcosindicalismo vs mutualismo)
En las discusiones sobre la viabilidad de la economía anarcosindical, sus partidarios suelen alegar que todas las empresas planifican y que, por lo tanto, no hay motivos para sostener que una economía dirigida por los trabajadores fuera a ser menos sostenible.
Sobre la planificación en la empresa, como dijimos en Anarcosindicalismo vs mutualismo:
Tan solo mencionar aquí que algunos mecanismos del Estado incentivan artificialmente la planificación interna en las empresas, como el impuesto sobre las ventas, que, al gravar los intercambios externos de mercado, incentiva la interiorización (y planificación) de la producción desde la extracción de materias primas hasta el consumidor. En un mercado libre, evidentemente, sin este tipo de discriminaciones, las empresas serían más pequeñas y estarían lejos de este tipo de planificación centralizada.
En este caso los anarcosindicalistas patinan con el término planificación. La planificación no es más que la organización previa de unas acciones que se realizarán en el futuro; en este sentido, efectivamente, las empresas, las familias y los individuos planifican. El problema radica, por un lado, en la posibilidad de la planificación y, por el otro, en la coordinación.
Comencemos con el primer aspecto. Si la planificación es centralizada, el ente central no podrá prever las condiciones del entorno en que se moverán sus acciones futuras (la asignación de los recursos), por lo que fracasará. Más allá de los datos estadísticos, le será imposible percibir la complejidad del medio y adecuarse correctamente.
Por ejemplo, imaginemos que un ministerio situado en Madrid está muy preocupado por los costipados de sus súbditos, y quiere decidir qué ropa deben ponerse cada mañana los habitantes de Canarias, Cataluña, País Vasco, etc. según el tiempo que vaya a hacer, para evitar que se enfríen. Evidentemente, podría pensarse, el ministerio dispone de datos fiables sobre la temperatura y la humedad de todas esas regiones como para actuar correctamente, pero olvidamos algo más importante: no conoce la sensación individual de frío, la temperatura concreta de cada uno de los lugares a los que se dirigen, la vulnerabilidad de cada una de estas personas –si están o no enfermos-, ni puede rectificar sus órdenes sobre la marcha según la nueva información de que va disponiendo.
En definitiva, al pretender planificar una realidad compleja que no puede conocer de forma completa, debe hacer abstracción atendiendo solo a unos pocos datos medibles y objetivos. Como consecuencia de esta simplificación, el planificador cometerá muchos errores: mandará muy abrigados a individuos calurosos o a aquellos que se dirigían a lugares más cálidos de lo que recogen las estadísticas generales; muy destapados a aquellos enfermos, frioleros o que frecuentan lugares más fríos, etc.
Es por este motivo que la planificación central es imposible, ahora pasemos al problema de la coordinación.
Si la planificación anarcosindical es descentralizada, como sostienen sus partidarios, entonces deben explicar cómo se coordinan las distintas unidades de producción (a menos que sean autárquicas). Si reúnen delegados constantemente, este método no dejará de ser una planificación centralizada que, como hemos sugerido en Anarcosindicalismo vs mutualismo, formará una élite de expertos al margen de la estructura horizontal del sindicato, como única forma viable de procesar los datos estadísticos.
Las opciones son, por un lado, la planificación centralizada de las corporaciones, el Estado o los sindicatos (con o sin precios “de mercado”) y, por el otro, la planificación descentralizada de las cooperativas de obreros, los bancos populares y las mutualidades (con precios de mercado). Atacar la viabilidad del anarcosindicalismo no supone negar que los oprimidos puedan manejar sus vidas, al contrario, puesto que se trata de encontrar un manejo sostenible.
Quizá exista otra alternativa, pero no la conocemos. Y nadie con dos dedos de frente hará una revolución sin la certidumbre de conocer su funcionamiento básico.
>>>Y nadie con dos dedos de frente hará una revolución sin la certidumbre de conocer su funcionamiento básico.
Con certidumbre o sin certidumbre, quieren hacer la revolución. O eso dicen. Sin embargo, por un lado no tienen ni la menor idea de cómo empezar (su estrategia se reduce a «una revuelta… y a ver qué pasa»). Por otro lado… en el fondo no se atreven (lo suyo es puro blablabla). Y no se atreven porque intuyen que sus propios «camaradas» no son confiables y por tanto todo va a salir mal y van a perder muchas de las comodidades logradas en el capitalismo.
Lo mejor es ir poco a poco y con las estrategias del anarquismo de mercado. Los anarcoizquierdistas más inteligentes (o menos adolescentes) lo saben. Pero jamás lo dirán (es anárquicamente incorrecto decirlo).
Hablas con sabiduría 😉